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09/03/2016
Hace tiempo que estoy bastante sorprendido con las proclamas de los políticos referentes al final de la crisis. Parece como si, voluntaria o involuntariamente, haya un pacto para decir “hasta aquí hemos llegado”: ahora ya toca empezar a gastar y ver las cosas de un color más verde.
Pero esta visión, particularmente, tan sólo la veo en una parte de la sociedad, una parte pequeña y muy delimitada. La mayor parte de la sociedad ha perdido hasta la camisa en una crisis que a estas alturas todavía no ha entendido. Podría hablar de la pérdida en los salarios, de la pérdida de propiedades y, sobre todo, las pérdidas en la alegría de vivir y en la capacidad de encarar el futuro.
Dentro de esta situación, hay un hecho que me inquieta mucho. La salida de la crisis está dejando una gran bolsa de parados de larga duración con unas expectativas de trabajo prácticamente inexistentes y sin casi protección social.
A comienzos de la crisis, las alarmas saltaron por un aumento del paro juvenil como consecuencia de la explosión de la burbuja inmobiliaria. Pero el colectivo de mayores de 45 y 50 años ha sido el que al final ha entrado en una situación más desesperada, puesto que las empresas evitan la contratación de personas que hace mucho tiempo que están en el paro. El número de parados de larga duración (más de un año buscando trabajo) puede pasar de los 3 millones, alrededor de un 60% del total de parados, según datos de la encuesta de población activa (EPA) del tercer trimestre de 2015, que cifró el paro en 4,8 millones.
Hay familias donde un miembro de la pareja está en esta situación, y el tema se agrava en las familias monoparentales, el 90% de las cuales están encabezadas por mujeres, con un riesgo de pobreza mucho más alto.
Son parados que tienen síntomas de ansiedad y de culpabilidad, así como problemas de autoestima, y no entienden como una sociedad puede no dar valor a la experiencia laboral.
Todo este colectivo se merece una ayuda social pero, por encima de todo, una oportunidad laboral donde poder demostrar la valía que tienen, la posibilidad de reinvención con la base de su gran experiencia. Toda la sociedad (gobernantes, empresas y ciudadanos) tenemos que comprometernos.
Xesco CANYELLES
Dtor.General de CASA JOVÉ